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EN EL CAMINO DEL CALVARIO 135 viles en la misma huella cálida y ensangrentada . Sy de su Amado. ¿De qué otro modo le pagaría las aclamacio- nes de gloria que el mundo entero le había de tri- butar, llamándola a boca llena, Madre de Dios. . .? Esta excelsa maternidad era entonces ocasión para que los enemigos de Jesús la escarnecieran, llamándola madre de un facineroso. Tales eran los pensamientos de aquella heroica criatura mien- tras, revuelta con la muchedumbre, seguía a Je- sús azotado por las «burlas y las blasfemias que manchaban su reputación. Pué csta admirable madre la única persona que acompañaba al Redentor entre la turba de curio- sos, de enemigos y de tímidos amigos, en aquella hora suprema. Veía el tremendo desamparo de su Hijo, y quiso darle este consuelo poniéndose cerca de El, saliéndole al encuentro, cruzando con El una amorosa mirada: así Jesús pudo consolarse del desconocimiento general de sus hijos. Cuando llegó la hora de la Encarnación, solamente en María pudo apoyarse el Verbo divino para poner el pie en la tierra pecadora,y salvarla; al dar re- mate a la redención, se apoyó de nuevo en su Ma- dre para lanzarse al cielo, ya que la tierra, ingra- ta, lo maldecía. De cara a la Cruz En los otros dolores que hemos contemplado, la Virgen parece pasiva, probada por la tribula-

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