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LA PÉRDIDA DE JESÚS 131 nado por sus verdugos, quizá muerto lejos de su mirada maternal. El tremendo dolor del corazón de María en aquellos interminables días de angustia, no se puede ni aun vislumbrar, sino teniendo en cuenta que Jesús era la única razón de ser de María. Sin Jesús, María es inexplicable; cae en el vacío. Ella no podía vivir así. Lánzase a buscar a su Amado por calles y caminos temiendo oir a cada paso alguna fatal noticia sobre El. Pero ¿por qué Jesús no le avisó de esta prueba. ..? He aquí el secreto de la misma y lo penetrante del dolor causado directamente por Dios a su Madre. No nos rebelemos contra la verdad. Dios fué quien personalmente probó a María. No ad- mitimos ni por un instante la ponderación irra- cional de algunos libros piadosos que hacen po- ner en la mente de la Virgen la idea del pecado, como si su conciencia se alarmara de haber ofen- dido a Jesús y temiera que su huída o su oculta- ción fuera un merecido castigo. No, no; esto no pudo pasar por la mente de la Inmaculada. Más altos eran sus pensamientos, el Evangelio mis- mo se encarga de levantar el velo que nos hace adivinar los íntimos sentimientos de la Virgen. Antes es Dios Porque el libro sagrado, tan sobrio en noticias e indicaciones sobre la Virgen Santísima, ha es-
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