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130 LA MADRE DE CRISTO grande triunfo que burlar a quien nos hace mal. Dejar que triunfe el malo contra nuestra volun- luntad y conveniencia es un acto de vencimien- to y de fe en la Sabiduría de Dios. La pérdida de Jesús Aun siendo tan inhumano damos bien en la cuenta del furor de Herodes al perseguir al Niño Jesús, causando con esto un dolor tremebundo a la divina Madre. Era la comprobación presen- te de las persecuciones de lo porvenir; Jesús sería el blanco de odios y furores satánicos. Humillante es para los hombres, pero entende- mos que Dios se sirva de los malos para perse- guir a los buenos y probarlos. Lo que 'se nos hace más cuesta arriba y no aceptamos sino con pro- testas, es que Dios mismo se encargue de hacer sufrir al justo; que la Virgen Santísima sea some- tida a una prueba terrible que no tiene más justi- ficación que la mayor gloria divina. Esta es la situación en que contemplamos a María durante los tres días que tuvo perdido a su Jesús, sopor- tando el desconsuelo más grande de su vida. Huyendo a Egipto, se consolaba con la posesión de su tesoro divino; en los demás trances doloro- sos de su vida, Ella acompañó a Jesús; pero en éste, se ve privada de El y sumida en la más abso- luta ignorancia sobre la ruta que habría seguido o el lugar donde estaba oculto, quizá aprisio- Ae
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