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PROFECÍA DEL ANCIANO SIMEÓN 121 fecto, convive con la Virgen, le comunica sus pensamientos, le dedica treinta años de su gra- ciosa existencia sobre la tierra. Y como en estas intimidades de Hijo y Madre ésta iba entrando de lleno en el plan de la Redención, saboreaba también las primicias de dolor, por el cual el amor al Redentor triunfaba calladamente sobre el amor al Hijo querido. Por eso en el Calvario, en aquella decisiva y tremenda fase de la vida del corazón de María, su amor aparece gloriosamente transformado. Ella entrega a su Hijo por amor a los pecadores, y cuando Jesús la declara Madre de los redimidos, ante aquella revelación de su destino en la tierra y en el cielo, la Virgen Santísima sién- tese invadida de una ola de conmiseración tan grande, que encauza hacia los pobres hijos de Eva la corriente encendida y purificadora de la San- gre divina. Son sus hijos: en la tierra y en el cielo, viadora o triunfadora, se desvive por ha- cer fructificar en nosotros la semilla de la vida eterna encerrada en la preciosa Sangre. Profecía del anciano Simeón Jesús fué víctima por los pecados del mundo desde el momento que fué resuelta la salvación por la Encarnación y por la muerte de Aquél. «Agnus, qui occisus est ab origine mundi»: así lo dice la Sagrada Escritura. Por lo cual la Virgen

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