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A LA VIRGEN 115 que la manchaba, sino también por reflejar todos sus rayos hacia arriba en dirección a Dios. Las piedras se partieron de dolor por la Pasión de Cristo, pero también quisieron lanzarse a] espacio en seguimiento de Jesús que iba al Padre. Toda la Creación se paró, muda de espanto, ante los dolores del Hijo de Dios; pero sintió también es- tremecimientos de intenso gozo al percibir la atracción soberana de aquel Ser divino enlazado con nosotros por el espíritu y por la materia que le hicieron nuestro hermano. De esta suerte se verificó la Redención, recons- truyéndose el mundo sobre su base divina. Los que seguimos este movimiento inicial de Jesús y vamos tras El, llegaremos hasta Dios; no será estorbo la criatura; al contrario, ella nos servirá para recoger y cantár la nota que expresa alaban- zas eternas en el seno de Dios, donde está la cla- ve de la armonía y de la belleza. A la Virgen Mientras la creación se regocija, ahí estáis Vos, Madre bendita, esperando que os entreguen los restos amados de vuestro divino Hijo. Miradlo bien: ese cuerpo purísimo es el que Vos vestisteis cuando niño, donde Vos pusisteis mil veces vues- tros inmaculados labios, donde nosotros pusimos nuestras manos pecadoras y los torpes pies de nuestros pecados. Ved, Madre querida, si es esa
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