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/ | | Ñ | | 114 LADO LUMINOSO DE LA LOCURA DE LA CRUZ ciegas y mudas, contienen notas armoniosas de un himno que el hombre sólo podía entonar con su inteligencia y con su amor a Dios. En cuan- to rompió el hombre su unión con Dios, que- bróse también esa trabazón con las criaturas y quedaron como hermanos que hablaran lengua- je ininteligible. Ni la naturaleza nos era conocida como a Adán inocente, ni nosotros conocíamos el modo de llevarla a Dios, como ella imperiosa- mente exige. Por este motivo, Jesús, en el momento de bo- rrar el pecado del mundo, convoca a las criaturas todas a bendecir al Supremo Hacedor; tras su bendito espíritu se van todas buscando su centro por el camino perdido en el Paraíso. Fué aquel un momento solemne: asistamos con el espíritu a este nuevo pacto y reconciliación del mundo, firmado en el punto en que Jesús expira. Todas las criaturas recuperan la perdida libertad; estaban, dice San Pablo, esclavas y gimiendo bajo la opre- sión del hombre pecador; padecían dolores como de parto, esperando su liberación; querían ben- decir al Creador; pero la inteligencia que debía componer el himno no acertaba a conocerlas, an- tes torcía el hombre el destino de ellas, haciéndo- las servir para el mal y para ofender a su Dios. Así es que cuando el espíritu de Jesús se despren- dió del cuerpo y voló al Padre, recomponiendo la unidad universal, parece que la creación se lanzó en pos de El. Creo yo que el sol dejó de alumbrar en aquellos momentos la tierra, no sólo sonrojado del crimen

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