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106 LADO LUMINOSO DE LA LOCURA DE LA CRUZ ponderían los hombres a su necesidad: agraván- dola con un nauseabundo brebaje. Pero Dios, su Padre, tenía destinado un refrigerio adecuado a la verdadera sed que en el alma de Jesús subsis- tiría aun después de su muerte, a la sed de al- mas. Ya en ocasión memorable, sentado junto al pozo de Sicar, fatigado del camino, había pedido un poco de agua a la Samaritana, entablando con ella un diálogo”revelador de la verdadera sed que padecía, y ofreciéndose a salvar aquella pe- cadora con las aguas de la redención que le anun- ciaba inmediatas. Había nacido Jesús con esa sed ardiente; había venido a prender fuego a la tie- rra y anhelaba el momento de verla toda ilumi- nada con la luz que del cielo traía a los hombres. En esta ocasión aclaró un tanto a sus admirados discípulos el misterio de lo que constituía su manjar y su bebida, conocimiento superior por entonces a la capacidad intelectual de aquellos rudos pescadores. Mas ahora, al morir, expresa públicamente sus ansias, para que el mundo sepa que no le pesa haber nacido para morir en Cruz. ¡¡Qué porfía tan admirable. ..!! Los enemigos de Jesús esta- ban allí, altaneros, soeces, insultándole, baldo- nándole ante el espanto general de la naturaleza; invítanle a bajar de la cruz si puede, y Jesús res- ponde: «Sitio» tengo sed de mayores pruebas para demostraros la verdad y conquistaros para mi Padre; quiero concluir aquí ante vuestros ojos mi redención copiosa, superabundante para sal- VAroS,

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