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EL HOMBRE NECESITA SABER QUÉ ES EL ABANDONO 103 DE DIOS; JESÚS SE LO ENSEÑA gota, como presidiendo los funerales de Jerusa- lén impenitente y maldita, sobre la que cayeron en balde las lágrimas divinas. Los discípulos del Crucificado estaban en vergonzosa fuga, mientras sus enemigos se congregan saboreando el éxito de sus diabólicas intrigas. En medio de aquella desolación, el Redentor divino intenta refugiarse en el sagrado de su con- ciencia, donde el inocente perseguido suele dar con la paz y la sanción de su justicia desconocida: pero ¡oh, dolor! la amargura que le embistió allí superó a todas las otras amarguras: allá adentro, en su misma conciencia, Jesús encuéntrase con un tremendo reproche, la justificación plena de su horrible suplicio; es solidario de un número in- contable de crímenes con que cargó por amor a los hombres y por la gloria de su Padre, cuya mira- da severa, airada, alumbra como con siniestro relámpago aquel abismo de maldades en que ha quedado convertida la conciencia del Redentor de los hombres, y se complace en la espantable expiación que soporta. Jesús no puede protestar; está bajo la acción de la justicia más santa y pro- bada; pero... con la sensación vivísima de la ira del Padre producida por el abandono en que le deja sufrir, clama con una voz capaz de quebran- tar los peñascos: «Dios mío, Dios mío... ¿Por qué me has desamparado...? «¡¡Oh, Amor de los amores, cómo te ves tan solo en tan duro trance!! En esta crisis de indecible angustia seméjase Jesús a esos altos picachos que se alzan de la tie-

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