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96 LADO LUMINOSO DE LA LOCURA DE LA CRUZ hasta atropellar groseramente la presencia de la adorada Madre del Crucificado, agobiada de do- lor: el clamor insensato, digo, del protervo pueblo judío, confiere al momento en que Jesús se pro- pone hablar un aspecto de furor infernal. Hubo entonces compasión para los dos malhechores que, para mayor baldón de Jesús, fueron ejecutados con El; para Jesús no hubo sino odio, rabia, des- precio, tormentos. Pues bien, ahora va el Maestro divino a rati- ficar con un ejemplo asombroso de amor el pre- cepto impuesto a sus seguidores; los hombres no querrán oirle, pero levanta al cielo sus dulces ojos arrasados en lágrimas, manchados de sangre, hundidos en sus órbitas por la suprema angustia que padece, y habla a su Padre: ¿Qué pedirá... .? ¿Pedirá venganza para aquella chusma soez, in- sensata que aúlla al pie de su cruz...? Oidle: «Padre... perdónalos, porque no saben lo que hacen». ¡El amor había vencido al odio! ¿Quién tendrá razón para aborrecer a su prójimo, cuan- do Jesús, el Maestro, halló razones para excusar a sus implacables atormentadores en aquel tran- ce, descubrió motivos para interponer ante la ira de Dios su oración todopoderosa e impedir que cayeran sobre sus verdugos las maldiciones que ellos lanzaban contra el inocente...? Aquel espectáculo era digno de Dios; los ángeles se asomaron al cielo para contemplarlo y cantar la victoria de la peregrina doctrina del amor a los enemigos; cuando los hombres pervertidos pro- vocan a gritos la ira de Dios, Dios los vence con

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