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EL GRAN PRECEPTO DEL AMOR 95 te futura de su doctrina y de su Iglesia, que re- ciben con su” muerte su consagración. Habla el Maestro, el Profeta, el que es la Luz del mundo. No perdamos una sola de sus palabras. El gran precepto del amor Jesús había venido al mundo para fundar la escuela de la fraternidad humana. Su precepto fundamental, la clave de todo su evangelio era el amor mutuo de los hombres; el amor a los amigos y... el amor a los enemigos; amor a todos, sin distinción de raza ni de pueblo, de posición social, de ricos y pobres. Cuando trató de rubricar el gran precepto con un ejemplo capaz de hacerlo visible y ser aceptado por el mundo, rodeóse- de las circunstancias más odiosas con que el cora- zón puede encontrarse para amar. El clamor insensato de aquel pueblo ebrio de furor contra su bienhechor divino; rebelde a toda su doctrina y a sus obras maravillosas; ciego ante la luz de milagros cuya realidad no podía negar; perseguidor brutal del Justo aun en la hora del suplicio, haciendo llegar hasta la cruz el rugido de sus iras y el oleaje de pasiones desatadas; que salpica el cuerpo sacrosanto con la espuma cenagosa de sus iras; pisotea su nombre y su reputación, y que, rotos los frenos todos, de- mentado, se deja arrastrar en su frenética rabia

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