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94 LADO LUMINOSO DE LA LOCURA DE LA CRUZ Por donde quiera que consideremos la escena del calvario, hallaremos motivos del más negro pesimismo. Evidentemente, había triunfado la calumnia y la mentira; con las últimas blasfe- mias de sus victoriosos enemigos, quedaría aho- gado el eco de los Hosannas que habían resonado en torno del prodigioso Nazareno. Pero el Nazare- no no había muerto: reservaba el último rayo de luz que brillaría en las tinieblas pavorosas de aquella tarde memorable, mostrando al mundo cómo su muerte así, tal cual se producía, humi- llante y maldita, sería su glorificación final y el sello convincente de su divinidad y de la de su Evangelio. Jesús guardó silencio asombroso desde que fué prendido en el huerto; momentos hubo en que su silencio fué molesto a los mismos que deberían gozarse de él para condenarle; el juez mismo y los despavoridos amigos esperaron en vano una réplica victoriosa que hiciera enmudecer a sus acusadores; no quiso defenderse: había llegado su hora y se dejó clavar en la Cruz como reo con- victo y confeso de crímenes horrendos. Pero col- gado en el patíbulo, habló. No se dirige ya a la muchedumbre ni a la jauría infame de fariseos y doctores que habían corrompido al pueblo; no le hubieran escuchado: habla a Dios, su Padre, y a los íntimos que le rodean en su suplicio. Pero lo que dice en tan sublime trance, muestra su in- terior divino tanto más bello, cuanto más defor- mado estaba su exterior; al expresar sus últimos pensamientos, proyecta vigorosa luz sobre la suer-

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