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gu A TIN A e 0 rom 90 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS fructo perpetuo y luego propiedad de la misma, que se llama desde entonces del Carmen. n medio de las: íntimas alegrías que tuvo nuestra biografiada, viendo definitivamente instalada la cuna de su Instituto, y que afluían a él cada día más jóvenes de- seosas de consagrarse a Dios, tuvo una prueba muy grande, quedándose otra vez huérfana del apoyo firme que le quedaba en la tierra. El día 5 de julio del año 1835 murió santamente el Ilustrísimo señor Corcuera, Obispo de Vich. La hora no podía ser más crítica, ni la prueba más terrible; aquel Prelado tuvo como suyo el Instituto que él meció en su cuna, apoyó en sus primeros años y guió en tiempos tan difíciles. Desde el momento en que Dios se lo llevó al cielo (como piadosamente creemos), cayó sobre la Madre Joaquina todo el peso de grandes responsabilidades. Y para que la prueba pusiera de manifiesto la grandeza de alma de aquella mujer fuerte, a los pocos meses murió “también el Canónigo señor Almató, nombrado Director de la Casa Matriz por el difunto Prelado cuando ya presen- tía su fin. Otra vez se vió la Sierva de Dios tan colgada de la mano del Señor, tan segura de El y tan confiada en la salida del laberinto en que aparecía como perdida, que fué la admiración de cuantos sabían sus íntimos sufri- mientos y las tremendas dificultades de la época en que le tocó vivir y trabajar. La Madre Joaquina en la cárcel. — Cuando los émulos de la obra de Dios vieron caer los pilares humanos que, a
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