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LA PRUEBA DE DIOS 75 bien pronto saboreó la.Madre Joaquina las heces de la amargura. En los mismos días bañados de luz, de congratulación y halagadoras promesas, tuvo noticia de que don José Joaquín de Mas y de Vedruna, su querido hijo y heredero, había sido vilmente calumniado y encarcelado. No podían perdonarle los furiosos sectarios su religión y su caballe- rosidad cristiana en defenderla denodadamente, Oigamos la voz de cariño y de aliento que su buena Madre le envía a la prisión, escribiéndole desde Tárrega. « Hijo mío, sigue a Cristo: Él volverá por ti y hará ver tu inocencia. Ten paciencia, pues bien sabes que al cielo no van los que viven en regalos, sino aquellos que llevan la Cruz de buena gana. Te aseguro que si no tuviera yo este clavo tuyo atravesado en el corazón, experimentaría ahora grandes alegrías al ver cómo hemos sido recibidas en esta Villa. Pero, hijo mío, conozco que Dios mo quiere darnos gustos sino mez- clados de amargura. Él todo lo hace bien. Entretanto, suplica al cielo que te consuele y bendiga, tu humilde y y triste madre. JOAQUINA ». ¡ Cómo vibra el amor de aquella santa Madre ! ¡ cómo siente las penas de su hijo y lo consuela y lo arrulla dul- cemente!... No desmiente aquel corazón tan puro, del todo consagrado a Dios, los latidos de la madre llena de ternura, descendiendo de las alturas del mundo sobre- natural donde vive y queriendo elevar allá el pensamiento del ser querido que sufre. Pero quedaba algo más humillante y terrible en las pruebas de Dios : la buena Madre sabría luego que su fun- dación de Tárrega se convertiría en su corona de espinas, y sería afligida en lo mismo donde ella ponía todo el éxito
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