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LA PRUEBA DE DIOS 73 Font, que hacía las veces de Superiora, cerrase puertas y ventanas y las asegurase, empeñada en calmar a sus her- manas. En esta terrible situación se hallaban cuando, re- pentinamente, oyeron en pleno día una voz conocida, ami- ga, que las llamaba desde la escalera; era la voz del Padre Esteban que con energía pronunciaba el Santísimo Nom- bre de Jesús, produciéndose en el acto el silencio y la calma. Era el Siervo de Dios en persona que, avisado por revelación de la rabia del infierno y del peligro en que estaban sus hijas espirituales, se puso en camino desde Olot, donde se encontraba, y a marchas forzadas, mejor diremos, mila- grosamente, pues no se explica la celeridad de su marcha, llegó a tiempo de conjurar aquella maldita canalla infernal. Mas, tenaces en sus pretensiones codiciosas los parien- tes de la buena Madre, como si los diablos, despechados, los hubieran tomado por instrumentos para hacerla sufrir, renovaron en la misma época pleitos viejos por parcelas y derechos a la herencia de don Teodoro de Mas : se bur- laban de la santa viuda, echándola en cara el haber dilapi- dado sus bienes y rebajado el esplendor de su apellido vistiendo el hábito religioso, tan odiado en aquellos días nefastos de la Historia de España ; hasta su hermano don Raimundo, que siempre había comprendido a doña Joaqui- na y la había defendido, comenzó a sentirse humillado y a mostrarse indiferente con ella. En una palabra, como decía un venerable religioso que la veía sufrir por todos lados, «la Madre bebía a grandes sorbos el cáliz de Jesús ». Estaba puesta en la prueba de Dios : en la tribulación.

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