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72 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS hijas espirituales ; enseñamos a cincuenta niñas, y otras nos han hablado de venir ». Crecía, pues, el pequeño grano de mostaza ; pero en cuanto comenzó a hacerse pública A su floración y a ser una amenaza para los planes de los sectarios, éstos le juraron odio y exterminio. Jóvenes di- solutos y de ruines almas diéronse a la tarea de rondar todas las noches la apacible morada del Escorial donde vivía la buena Madre con sus queridas novicias, las cuales soportaron en silencio por algún tiempo los indignos de- nuestos y las piedras de aquellos malvados ; amaban ellas su retiro y esperaban confiadas la hora de Dios. Cuando el señor Obispo lo supo, y vió que era plan preconcebido ' y que no cesarían de molestar a las Religiosas, creyó prudente trasladar su residencia al centro de la ciudad, qe PA AAA A ARTIE AAN donde alquiló una casa por el momento. Tuvo, pues, la Madre Joaquina el dolor íntimo y muy hondo de tener que abandonar su querida soledad, aquel rincón delicioso testigo de tantas escenas de amor divino y de amores purísimos de la tierra. Era lo único que se había reservado | del patrimonio rico de su marido : el usufructo de la casa | del Escorial. ll Instaladas en Vich, y quedando todo aparentemente APTA A AO y? 18 muy tranquilo, la buena Madre resolvió hacer un viaje 1 para la fundación de Tárrega ; pero en cuanto sus hijas quedaron solas, el espíritu del mal se apoderó de aquella pobre vivienda. Comenzaron a sentirse ruidos estrepitosos, risas destempladas y sarcásticas, golpes y estruendos tales, que la mansión de la paz parecía invadida por una turba de locos furiosos. Las religiosas, presas del mayor espanto, querían arrojarse por las ventanas y huir de aquella casa; fué preciso que la Hermana Veneranda

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