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50 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS fuego seráfico las almas escogidas por Dios para grandes hazañas. Pero, por lo mismo, desde el día en que la hidalga señora viuda de Mas renunció públicamente al mundo y apareció en la calle con el hábito y cuerda franciscanos, tuvo que soportar las burlas y desprecios, a que no estaba acostumbrada. Su generosidad para con Dios sufrió ruda prueba : a vuelta de algunos pocos que respetaron su de- terminación y quedaron edificados de verla vestida del pobre sayal, el vulgo, la mayor parte, sus parientes, los niños vagos de la calle, se creyeron autorizados para insul- tarla y vejarla a todo sabor. La llamaban aquéllos gazmo- ña, exagerada, visionaria : éstos le tiraban de la cuerda y del hábito y la tomaron al pronto como objeto de diver- - sión. Muchos de su familia se avergonzaban de ella, echán- dole en cara el desdoro que caía sobre su casa y apellidos; pero la Hermana Joaquina siguió imperturbable su camino bajo la dirección del varón de Dios ; el cual quiso todavía aquilatar más la virtud de la penitente, pues cuando su paciencia, mansedumbre y dignidad ingénitas se impu- sieron al público y cesó la extrañeza por su nueva vida, el Padre Esteban le mandó ir con frecuencia a la Casa de Misericordia de la ciudad, pedir allí de limosna su comida, y aun ganarla sirviendo a las asiladas ; postrarse a los pies de ellas para que la pisaran, y aun exigir de la Directora que permitiera a todas la golpeasen y arrastrasen por amor de Dios, mientras repetía humildemente esta ora- ción: «Señor, tened piedad de esta pobre pecadora ». Podrá esto parecer absurdo a la menguada razón hu- mana; pero en la razón divina es el crisol del Santo y la garantía del éxito. Así lo creyó el Padre Esteban antes de entregar a la Iglesia aquel precioso instrumento que

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