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46 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS El torbellino revolucionario arrastró a la cárcel pri- mero y después al destierro al V. P. Esteban de Olot; no tardó en seguirle doña Joaquina con toda su familia. Emigraron a Francia, y al regreso, en mayo de 1823, se instaló con su hijo mayor en Igualada hasta poder volver con sus hijas al Mas Escorial, en Vich, a la sazón secues- trado por manos codiciosas movidas por manejos políticos. Fiel a su vocación, buscó luego en aquella ciudad lugar y tiempo para comenzar a trabajar en obras de caridad para con los enfermos. Dedicó dos noches cada semana, como solía en Vich, para velar en el Hospital Municipal lleno de soldados heridos y apestados ; luego se declaró su madre, y aquellos desgraciados confiaron todas sus penas a aquella santa mujer, que más parecía ángel: los regalaba como a niños y fué la enfermera imprescindible aun para los mismos administradores. El principal era un señor José Estrada, muy buen cris- tiano, que admirado del heroísmo de doña Joaquina, viéndola cargar con los cadáveres, lavarlos, amortajarlos y enterrarlos, se asoció a ella a una con su esposa y otra señora amiga, y en poco estuvo que Igualada fuera la base de la fundación de la Obra que ya nacía y se robus- tecía en el corazón de la noble viuda. Cuando tuvo que ausentarse dejó de manifiesto una honda necesidad; se notó bien cuánta simpatía existe entre el que sufre abandonado y las almas que viven cerca de Dios. Todos la reclamaban, como veremos más tarde. Pero su deber de Madre y la obra fundamental suya es- taban en el Manso Escorial. Vuelta allá y dedicada entera- mente a la oración y penitencia, se preparó fervorosamente a la grande obra para que Dios la llamaba, y es probable

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