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44 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS éste, como refiere una de sus nietas, oído a su santa abuela, | que, «entrando ella en la iglesia, vió en el presbiterio a W un venerable Capuchino en oración : acergóse respetuo- samente a él y le preguntó si habría luego misa. Levantó la cabeza el Padre Esteban, (pues él era el que allí oraba), y mirándola le dijo que sí, que a ella estaba esperando para comenzar el santo Sacrificio. Entonces doña Joaqui- na le pidió por favor que antes la oyera en confesión, pues quería comulgar, a lo que accedió inmediatamente el Padre »; y aquella primera confidencia tan casual, tan inopinada y ligera al parecer, fué la revelación inconfun- dible que Dios le hizo para orientarla en su vocación. « Intervino Dios — dice ella misma — y desde ese día el Padre Esteban empezó a dirigirme, confiándole yo todo mi espíritu, y me sujeté a la Voluntad divina manifestada en sus santas palabras ». Manifestó la humilde penitente al hombre de Dios su antigua y siempre nueva voluntad de encerrarse en el claus- tro ; pero oyó con gran estupor suyo que aquél le dijo: «No es ésa la voluntad de Dios, sino que quiere de usted una Congregación de Hermanas con el doble objeto de asistir a los enfermos y de enseñar y educar niñas en los Colegios». Ya podemos calcular la situación de su espíritu ante la transformación súbita del escenario en que se había movido hasta entonces. Preguntó entonces ella: «Y dónde hallaré yo esas hermanas ?...» «Ya llegarán », le dijo el Padre Esteban ; y con esto, y poniéndose humildemente a las órdenes que del cielo le venían, se entregó en manos «le su santo director, bien segura de que Dios la guiaba, como a los quince años, por caminos recónditos que ella adoró entonces y rendida adoraba ahora.
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