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38 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS lución francesa se infiltraron sordamente en la Madre Pa- tria, arruinando la base del orden cristiano y poniendo a los mejores en trances difíciles para defender la religión y el honor de su conciencia. Había nacido el Padre Esteban en la preciosa villa de Olot, provincia de Gerona, el año 1774, y había entrado a los quince años en el Convento-no- viciado de Capuchinos de Santa Eulalia en Sarriá, sole- dad amable, impregnada de santos recuerdos y perfumada aún del más acendrado ambiente seráfico, cuando el que esto. escribe la visitó en 1890; después de casi un siglo de profanaciones salvajes, todavía cada rincón del claustro y cada gruta del huerto evocaban el aliento de los santos hermanos que allí vivieron. Uno de ellos era el Padre Esteban, hombre de Dios, muy versado en las sagradas letras y en las ciencias ecle- siásticas, de las que fué lector y maestro hasta el año 1805. Pidió entonces y obtuvo de sus Superiores dedicarse al apostolado de la palabra, ardiendo en celo por la gloria de Dios en cuanto sintió el primer vaho revolucionario que trasmontaba el Pirineo e invadía el Ampurdán. De esa comarca catalana le vino el nombre de gloria que se con- quistó: fué el Apóstol del Ampurdán. El Padre Esteban quiso montar allí la guardia a su Dios y a su patria y supo sacrificarse heroicamente por tan altos ideales. Él huía del aura popular; hacíase el necio delante de los hombres para que le despreciaran; pero el Señor se complacía en autorizar su vida y su palabra con el poder del milagro y de la profecía que ponía el sello de la fama que le precedía doquiera predicaba. Él vió desde el destierro en Francia, adonde le habían confinado los liberales afrancesados de España en el año 1822, cómo entraban en Madrid las tro-
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