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32 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS clase de precauciones, se adelantó la enferma y le habló de la muerte de su esposo con una seguridad y con un domi- nio de sí misma que puso admiración en todos. Lo sabía, Dios se lo había dicho; y como ella refirió después a una re- ligiosa de su confianza, en el instante mismo que expiró don "Teodoro, le pareció oír que el Crucifijo colgado en la cabecera de su cama hacía ademán de abrazarla y le decía : « Ven... ahora que pierdes a tu esposo, te elijo por esposa mía ». El Manso del Escorial. — Desde aquel instante quedó formada su resolución: en adelante sería toda de Dios; y en cuanto lo permitiera la edad de sus hijos, abrazaría el estado religioso. Persuadida de que la soledad del campo le sería más favorable que el bullicio de Barcelona para entregarse de lleno a sus deberes de madre y de cristiana, levantó luego la casa de la ciudad y con todos sus hijos fué a establecerse definitivamente en la casa solarieg: heredada por su hijo mayor a la muerte de don Teodoro. Allí la esperaba el Señor para revelarle sus secretos. Es el Manso Escorial una hermosa posesión señorial ro- deada por todas partes de jardines y huertos; el majestuoso panorama que desde ella se contempla se extiende por el Norte hasta la cordillera del Pirineo ; se divisan las alturas de Nuestra Señora del Coll por el Este; al Sur se descubre un bellísimo panorama limitado por el Montseny, y al Oeste por el Collsespina que domina el Vallés. Fuera de los muros que rodean la casa señorial vivían entonces siete familias de colonos en sus blancas casitas circundadas de sendos huertos y jardines, todos abundantemente

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