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LA PALOMA EN SU NIDO 17 pensadora vivía muy cerca de Dios, y recibía de lleno la luz de arriba, y sabía de las cosas del alma a los siete años infinitamente más que las almas vulgares a los treinta. Su propia madre, profun- damente cristiana y que observaba complacida la prodigiosa floración moral y espiritual de su pequeña regalona, no pudo menos de admirarse, y le pregun- tó un día cómo hacía para estar siempre tan dispuesta para la oración recogida y fervorosa. Y cuál no se- ría su sorpresa cuando oyó de aquellos labios de car- mín estas palabras dichas con admirable sencillez y candor: « Madre mía, lo que yo hago creo puede hacerlo cualquiera: cuando en el jardín arranco a mi paso 0 A le al A una mala hierba, pido a Barcelona, en la que nació y vivió la M. Dios que arranque de mi co. corazón todo afecto peca- minoso ; cuando pongo los alfileres en la almohadilla y cuando trabajo en mi encaje o en el bastidor, pienso en las espinas que clavaron la frente del buen Jesús con la corona tejida de ellas: hazlo tú igual y verás qué bien haces oración ». ¡ Dichosa madre que tales palabras oyó de su pequeña 2

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