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186 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS en tan diversos estados y atravesar tan difíciles situacio- nes en su larga y azarosa existencia. La hemos visto pasar por todos con esa calma y equilibrio moral, signo inequí- voco de la fijeza de sus ideas cristianas, de la profundidad de su Fe y de la firmeza de su unión con Dios. Es axio- mático en la doctrina católica de la santidad, que la con- tinuidad de la virtud manifestada en el cumplimiento de la voluntad de Dios, en esos deberes que marcan la realidad de la vida a cada uno, es la base inconmovible de toda la perfección cristiana : y... ¡ qué pocos son, des- graciadamente, los que pretenden elevarse a las cumbres apoyándose en esa augusta realidad donde Dios está se- ñalándonos el deber humilde, amoroso, sacrificado, sin es- cenario ni espectadores !... Doña Joaquina de Vedruna de Mas mantuvo ese equi- librio admirable desde los primeros albores de su vida consciente. La madré del Eminentísimo señor Cardenal don Joaquín Lluch y Garriga, Carmelita, Arzobispo de Sevilla, decía a una de las nietas de la Fundadora: « Donde estaba doña Joaquina, era seguro que no se ofendería la ca- ridad; todos lo sabían ». El mismo Cardenal, que fué uno de los Padres del Concilio Vaticano, la tuvo siempre por santa. Emprendió ella su Obra educadora y benéfica bajo la austera dirección del venerable Capuchino Padre Es- teban de Olot, a quien Dios puso en su camino para que la guiara en su vocación ; y ya hemos visto con qué exactitud siguió los seguros pasos de aquel varón de Dios. Probada más tarde por tribulaciones y contradicciones en su propio hogar, y en la familia espiritual que formó para la Iglesia de Dios, todos la vieron siempre ecuánime, fiada de Dios,

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