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172 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS dormida, con un color rosado en las mejillas como si se las hubieran pintado ». Depositó los amados restos de la Madre, embalsamados con lágrimas y besos de sus des- consoladas Hijas, en un féretro forrado de plomo, y puso dentro una testificación que hace honor a la previsión de aquella mujer fuerte y prudente, que sabía que había de morir muy pronto. En una botella de cristal, sellada y lacrada, encerró este documento : «Este cadáver es de nuestra amada Fundadora, doña Joaquina de Vedruna de Mas, natural de esta ciudad de Barcelona, puesto en este ataúd forrado de plomo y vestido con nuestro mismo hábito. Y para que conste, lo firmo en esta misma Casa de Caridad en donde ha fallecido. Barcelona, 28 de agosto de 1854. Hermana Veneranda Font ». Por fin, venciendo la resistencia del público que acudía cada vez más numeroso a ver a la Madre difunta, fué pre- ciso darle humilde sepultura en un nicho comprado en el cementerio común de la ciudad, cuyas señas se conserva- ron cuidadosamente archivadas. Al llegar allí y abrir el ataúd, según costumbre, para la identificación del ca- dáver, fué tal el asombro de empleados y sepultureros, que no podían creer que aquella Religiosa hubiera muerto de un ataque del cólera: « tan blanco, colorado y hermoso estaba », dice ingenuamente la Hermana Apolonia ; ter- minando su testimonio jurado con estas palabras empa- padas en lágrimas de un cariño bien probado : « Dios quiera que tenga yo el consuelo de verla en el cielo, así como tuve el gusto de servirla en la tierra, con tanta satisfacción mía ». A mayor abundamiento, y concentrando sobre el se- pulcro de la Sierva de Dios la luz de un testimonio insos-
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