BCCPAM000R16-1-01000000000000
TIA A IDORA 170 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS mentó durante las últimas cuatro horas de su vida, co- menzaron a demostrar una reviviscencia maravillosa; era la floración de ultratumba. « Colocamos, escribía la Hermana Dolores, su cadáver, amortajado con nuestro santo hábito, en una sala junto a la habitación donde había muerto, y llamó la atención de todos la mudanza súbita que se notó en el rostro de nuestra bendita Madre ». « Volviéronle los colores natu- rales, dice a su vez la Hermana Apolonia, tanto, que pa- recía estar en apacible sueño. Se le puso un color de rosa en sus mejillas y de clavel en sus labios ; la tuvimos tres días en casa, y se puso tan flexible y tan fresca, que las personas que entraban a verla decían: — ¡Parece que está dulcemente dormida! La Hermana Magdalena Ubach, testigo presencial, añade: «le duró muy pocas horas la enfermedad y quedó, más que amoratada, negra. Pero en seguida su cadáver, en vez de desfigurarse, como todos los de los coléricos, quedó muy bonito y fresco, sin mal olor ninguno». Fíjese bien el lector en que esto sucedía en la calurosa Barcelona, en pleno verano y en medio de un horrible contagio. « Le salió, prosigue la Hermanita, sobre el labio superior como una rosa de color morado y verde, muy suaves los colores, siendo el encanto y la admiración de cuantos la miraban ». La Madre Veneranda, sobreponiéndose a su propia enfermedad y dolor, y a las dificultades que se le impo- nían en medio del contagio, hizo levantar acta notarial del fallecimiento, y en la tarde del mismo día 28 de agosto dió aviso oficial a la Reverendísima Madre Paula Delpuig, Vicaria General, haciendo notar lo mismo que las Her- manas precedentes, que «se quedó tan hermosa que parecía
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz