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100 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS Hermanas no penetraron luego el sentido de sus palabras, la tomaron en brazos y la subieron al segundo piso. Ella, para darles a entender que no era aquello lo que quería, volvió a decir con mayor fuerza: «¡Arriba... arriba! ». To- máronla de nuevo en brazos y la subieron al tercer piso. La pobrecita enferma, como admirada de que no la enten- diesen y deseosa: de dárselo a conocer, repitió de nuevo su exclamación : «¡ Arriba, arriba ! ». En este momento, la Madre Veneranda, dejándose llevar un poco de su carácter pronto, dijo así: « ¡Dichoso arriba y dichoso abajo! ». Pero la Madre, al notar aquel acto de impaciencia, le dió una mi- rada tan fija, expresiva y penetrante, que la Madre Vene- randa, comprendiendo todo lo que las anteriores palabras y aquella mirada decían, rompió en amarguísimo llanto». En este estado de alma llegó nuestra heroína al supremo trance. Eran las tres de la madrugada del día 28 de agosto de 1854. El cólera morbo hacía estragos en la ciudad Condal y en todo el Principado de Cataluña ; la Casa de Caridad, donde estaba la enferma Fundadora, se veía tam- bién azotada por el terrible flagelo, y las Hermanas de- bían multiplicarse para acudir a todo, con desprecio ab- soluto de su salud y de su vida; muchas pagaron su tributo muriendo del contagio. En aquellas circunstancias y en aquella hora tuvo la Madre Joaquina el segundo ataque de apoplejía. Acudió su enfermera y algunas que pudieron darse cuenta de la novedad; acostumbradas a verla sufrir, creyeron que vencería también aquella cri- sis. Pero a las seis de la madrugada sobrevínole el ata- que furioso del cólera, haciendo presa en aquel cuerpo, de tal forma, que cundió la alarma luego y todas vieron 20 inminente el fatal desenlace. Llegó la Madre Veneranda
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