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164 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS un baldón para los que la seguían ; quedaba el triunfo de su Obra, como el de Jesús, para después de la muerte. Cuando hayamos pensado bien en la sensación agónica de desamparo que experimentó Jesucristo en Getsemaní y en la Cruz, comprenderemos mejor la razón sobrenatural de los sufrimientos íntimos de sus mejores amigos, y ten- dremos la segunda contestación a la pregunta que los acontecimientos postreros de la vida de la Madre Joaquina sugirieron a nuestra curiosidad. El fatal desenlace. — Tenía que llegar y llegó en cir- cunstancias muy dignas de la atención de los lectores que nos han seguido hasta aquí. Mientras se anunciaban reformas, y se hacían traslados de Religiosas, y aun se proyectaba cambiar el nombre del de Instituto, como luego veremos, la Sierva de Dios, impo- sibilitada físicamente, y moralmente crucificada, se acer- caba a la crisis inevitable de todos sus males, y era fácil prever que cualquiera complicación en ellos pondría brusco | | | t | ] ' | podría ser que no se ocupara de las cosas de abajo, pero DEAN de Dios... se ocupaba intensamente. Oigamos un momento i | : ' E j ' ' 114 5 a kl á es a | término a su preciosa vida. Ésta era toda de oración : ya E Ñ ) MIE a la bonísima Hermana Apolonia Camps, su solícita en- 100 fermera : «Cuando se puso peor, puedo decir que casi todas 1 las noches, después del primer sueño, me llamaba como MN una niña, hasta que me levantaba, que era lo más pronto que podía. Y cuando ya estaba con ella le preguntaba: => 1 ¿ Qué quiere, Madre?... Y ella me decía invariablemente: — 1 EN Vísteme... — Pero, Madre, si es muy pronto todavía, no son

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