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MUERTE DE LA VENERABLE FUNDALORA 103 mirando atentamente y considerando “el florecimiento sorprendente de la « Orden Seráfica », de la Orden del «Santísimo Redentor », de «Las Escuelas Pías » y de las «Escuelas Cristianas », se adivina que sus Fundadores debían ser víctimas de su Obra, como condición de su robustez y propagación ; y serlo en su alma, en lo que más duele, en el sacrificio de lo que más amaban ; estas muertes son heroicas, y admiramos con profundo respeto la Sabi- duría de Dios que así acrisola la santidad de sus mejores amigos y con sus lágrimas postreras amasa edificios in- mortales. Esa muerte, pues, era la que el Señor preparaba a la Fundadora de las Madres Carmelitas de la Caridad: quería que su sacrificio se consumara en la obscuridad, sintiéndose fracasada, más aún, como un obstáculo al des- arrollo de la Obra que el Señor le había encomendado. Ella había buscado en todo con tesón inquebrantable el gusto de Dios ; había sabido seguir todas las curvas de su azarosa vida, adorando en cada una el designio de Dios; no podía desmentirse a última hora: los últimos meses de su vida marcan una curva angustiosa en'la obscuridad, y su alma se lanzó por ella, segura como siempre de que Dios saldría con la suya, aunque ella quedara sacrifi- cada en los cimientos del edificio, hoy secular. ¡ Cuántas veces había llorado la agonía y la muerte de Jesús humi- llado y fracasado en el concepto de los hombres !... Ya dijimos más arriba cómo se transformaba todos los años, por el dolor y compasión, en la Semana Santa. El divino modelo de los que sufren humillaciones y olvidos la atraía; llegada, pues, su semana de pasión, supo vivirla como lo había visto en Jesús, y supo morir como Él, envuelta en el olvido, apareciendo, como Jesús,
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