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162 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS tirada por inconsciente, y, permitiéndolo Dios, podía suponer que su Obra peligraba y que había fracasado en su vida. Esta impresión terrible del fracaso ha sido la prueba suprema que el Señor ha enviado a muchos Fun- dadores de Ordenes Religiosas, hoy florecientes, dejándoles morir con la visión de la inutilidad de sus trabajos. El Seráfico Padre San Francisco, viva imagen de Cristo Cru- cificado, casi ciego de tanto llorar porque « el Amor no era amado », tuvo que sufrir congojas terribles cuando, reti- rado del gobierno de su Orden de Menores, vió las inter- pretaciones que muchos daban a su Regla, llenándola de glosas y empeñados en adaptarla a la capacidad de los menos fervorosos. Y murió así, dejando su espíritu pren- dido en sus cuatro o cinco primeros compañeros que lo comprendían bien. San Alfonso María de Ligorio murió retirado de sus hijos, olvidado de muchos y viendo su Obra amenazada de pronta ruina. San José de Calasanz, lo mis- mo: viejo, enfermo, humillado, descartado de los Consejos de su Obra, murió cuando ésta iba a ser suprimida, rodea- do de los queridos niños de su Escuela que eran toda su alegría y su esperanza. San Juan Bautista de la Salle, el gran educador de los tiempos modernos, tuvo que sopor- tar en sus últimos años el ostracismo, la incomprensión de parte del Prelado que más lo había querido, y aun privado de celebrar en su diócesis la Santa Misa ; murió con la visión de su personal fracaso, como si él fuera un estorbo para su Obra. ¿ Quién no se pasma de los secretos de Dios ante la tortura de estas almas grandes que desaparecen de la tierra «en la noche obscura » y tildados de fracaso personal en la realización de sus más acariciados ideales?... Pero,
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