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MUERTE DE. LA VENERABLE FUNDADORA 161 demostraron conservándose unidas en medio de aquel aparato innovador y sumisas en todo a la voluntad de los Prelados ; no tenían, pues, por qué fijarse en afecciones personales, muy dignas de respeto, pero a las que ellos debían sobreponer la responsabilidad, ante Dios y ante la Iglesia, del porvenir del Instituto. Aceptados sincera- mente los puntos de vista de aquellos hombres, de quie- nes se servía Dios para altísimos designios, paremos ahora la atención en las razones de divina y escondida sabi- duría que existen para que las almas privilegiadas pa- sen por el crisol de tribula- ciones como las que amar- garon los últimos meses de la vida de la Madre Joa- quina. Todos los indicios his- tóricos demuestran suficien- temente que su inteligen- cia, a intervalos, se conser- vó luminosa a pesar de la incurable hemiplejía que entorpecía cada día más sus miembros 'y trababa su lengua. Quedaba así aislada del contacto con el mundo, pero su espíritu reconcentrado fulguraba siempre que se trataba de Dios. Sufría, pues, en el alma; todo llegaba a sus oídos, abultado quizá y revestido de circunstancias agravantes; pero sufría por- que no podía ponerse al habla con sus hijas y decirles como les decía hacía cuatro años: «¡ Adelante! vuestra madre sabe que es Dios el que nos guía ; obedeced, espetad; quien obedece siempre obra bien ». No podía. Estaba re- 11 Fachada del Colegio de Madrid A A A A A A
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