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CAPÍTULO XU MUERTE DE LA VENERABLE FUNDADORA Los últimos fulgores. - Heces del amargo cáliz. - Una pregunta y dos respuestas. - El fatal desenlace Los últimos tulgores. — Era a fines del año 1852, y la Madre pasaba los últimos días que había de vivir en Vich, disponiéndose y disponiéndolo todo para retirarse a Barcelona ; sentíase enferma y sabía que aquella enfer- medad era de muerte. Poco, muy poco podía hacer perso- nalmente; pero ante los acontecimientos que veía venir, intensificaba más su oración, envolviéndose en la luz de arriba, en sus comunicaciones con el Señor, mientras ! la envolvían abajo las lúgubres sombras de su ocaso y | ' o AA todos la consideraban ya a la luz mortecina del sepulcro. Se prescindió de ella, y creyéndola como inconsciente, la hicieron paladear las heces del amargo cáliz que había saboreado durante su larga y laboriosa vida. Vamos, pues, a ver morir a esta insigne mujer con la gloria de los que mueren encumbrados con Cristo en el Cal- vario, fulgurando luz en sus últimas palabras. p Presentáronse en aquellos días a pretender el santo hábito en Vich dos apuestas jóvenes, muy decididas Li E E cti o ii a
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