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146 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS palmente tomaron grande incremento, ocupando desde en- tonces lugar preferente entre los fines del Instituto, pues reducidas las cosas civiles a la normalidad, las obras de caridad eran suficientemente atendidas por Congregaciones nacidas con este exclusivo objeto. La última fundación que personalmente aceptó la Sierva de Dios fué la de Villafranca del Panadés. Tantos trabajos, viajes, preocu- paciones y amarguras interiores devoradas con tanto valor, acabaron por minar definitivamente el cuerpo ya en- flaquecido y herido de muerte por el primer ataque de apoplejía sufrido en Vallbona. De tal manera se había entregado al trabajo después de aquel serio accidente, que fué precisa la intervención cariñosa de sus hijas y aun la de su Prelado para obligarla a cuidarse. Los últimos inviernos los pasó siempre en Barcelona. Regresaba a Vich al apuntar la primavera y aprovechaba lo mejor de la misma para visitar las Casas y acudir a las nuevas fun- daciones. Todos querían conservar por muchos años la vida de aquella valerosa mujer, que, como decía el Padre Sala, «era el alma, la cabeza, el corazón y el todo del Ins- tituto ». Por ese mismo tiempo el Ilustrísimo señor Casade- rall, inició las gestiones necesarias ante el Gobierno de Isabel II de España, para obtener la aprobación legal del Instituto ; pero no tuvo el gusto de verla, pues la muerte lo arrebató el día 11 de marzo del año 1852. Este triste suceso dió ocasión a la Madre Joaquina para demostrar su magnanimidad y virtud cristianas ; sintió su muerte con honda pena y sincerísimo dolor, manifestado a todas sus hijas, por la desaparición de aquel celoso Prelado, defensor entusiasta del Instituto y promovedor de su es--
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