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HACIA EL OCASO 141 que el celo que lo guiaba en bien del Instituto, sacado así de sus naturales cauces, e impedido para moverse orgáni- camente. Pero, y aquí se nota con gran relieve la virtud de la Fundadora, ella tenía fe segura y firme en los designios de Dios; era aquél para ella un momento solemne en el ocaso de su vida, del que dependía la unidad y la solidez de su Obra, y fió de Dios; obró con prudencia y tacto ex- quisitos, aun soportando de plano el golpe que personal- mente recibía. Ella, que había sido avisada por Dios en la oración de lo que ocultamente se preparaba, vió con el mis- mo espíritu sus inevitables consecuencias y acatólas todas en cuanto eran para ella aflictivas; pero con la lógica de su carácter, firme y adaptable a un tiempo, aceptó lisa y llanamente los hechos: estaba muy acostumbrada a lle- gar al término deseado y previsto siguiendo dócilmente las curvas de los caminos señalados por el dedo de Dios. Creemos sinceramente que éste es el momento en que po- demos admirar con más entusiasmo el equilibrio moral y sobrenatural de aquella admirable mujer, con haber sido sometida a tan difíciles trances en su vida entera. Todas las dificultades anteriores le llegaban de afuera, de los ene- migos, de los que querían destruir su obra ; ésta le vino de quien siempre mostró reconocido interés por el Ins- tituto. Se creaba un dualismo irreductible, puesto que ha- bría dos Superiores Generales inmediatos. En las Reglas 5% y 6.2 se determinaban algunas atribuciones separa- das y de conjunto y concluía : «no se hará ninguna fun- dación que no sea de común acuerdo entre la Madre General y el Director General. A los dos toca por ¡igual vigilar sobre todo el Instituto, y visitar cada uno todas las Casas». En catorce puntos más se daban reglas par- O A ld ió tt en A AS ii ”_ > Ds 2

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