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¡ TERRIER ERIN CT EII TR a rl » A - - - . em. rt 130 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS Comunión ; que ninguna tome nada, todas han de comulgar porque Jesús reserva a una de las presentes una singular gracia ». Con lo cual recobraron todas buen ánimo, y el fuego no dañó a nadie, ni aun en la cocina donde había prendido. A los pocos días, mientras la venerable Fundadora estaba con la Comunidad en la oración en el coro, oyóse un fuerte campanillazo en la portería ; acudió presurosa la Hermana portera, y volvió luego para decir a la Madre que un caballero, muy principal a juzgar por las aparien- cias, la esperaba, que necesitaba hablarle urgentemente de un asunto importante. La Madre respondió: «No bajaré... no quiero bajar ». Quedóse con esta seca respuesta la Her- manita portera sin saber qué hacer, pues no creía prudente volver con aquel árido mensaje; y cuando así estaba, le repitió de nuevo: «Vaya y cumpla lo mandado ». Volvió, pues, la Hermanita, la cual había dejado la puerta bien cerrada, el caballero en el recibidor y se había llevado con- sigo las llaves. ¿Cuál no sería su asombro cuando vió que no había nadie?... Quedóse toda pensativa y se volvió a la oración. En cuanto terminó el acto de Comunidad, la Sierva de Dios llamó a la portera y le preguntó senci- llamente : —«¿ Dónde dejaste al caballero que me lla- maba ?...» —¡ Ay... Madre !, replicó ella, no puede usted figurarse el susto que he tenido: volví y no encontré a nadie: no puedo explicarme por dónde se ha ido el apuesto caballero ». — Entonces le dijo la Sierva de Dios: «; Ah, tonta ! ¿ No ves que era el demonio que quiso turbar nues- tra oración ?... Esto lo sabía yo : por esto te respondí con tanta decisión que no quería bajar ». En septiembre de este año de 1849, pasando la santa
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