BCCPAM000R16-1-01000000000000

A VELAS DESPLEGADAS 129 En uno de esos intervalos de reposo fué cuando la Madre emprendió la tarea de completar las Constitucio- nes escritas por el Padre Fundador, añadiéndoles algunas cosas que él no pudo detallar por haberle sorprendido la muerte, pero que se supone dejó dictadas substancialmente a su fiel discípula. Con esas notas quiso la Madre Joaquina fijar bien los fines del Instituto : detalló con toda precisión la clase de preparación que debían tener sus hijas antes de dedicarse a los trabajos propios de su vocación, explicando admira- blemente las cualidades de las que deberían ser dedicadas a la enseñanza de las niñas. Puso luego la mano en la parte disciplinar interna del Instituto, fijando en tres años el gobierno de las Superioras locales, que han de estar siem- pre en lo eclesiástico sometidas y obedientes a los Prelados de las diócesis donde vivían. Quiere que la Superiora Ge- neral sea vitalicia, como lo era en muchas Congregaciones, antes de la promulgación del Código del Derecho Canónico, y que debía mantener su cargo «mientras tenga, dice, claridad de entendimiento». Y para demostrar a sus hijas en cuanto aprecio tenía el espíritu infiltrado en su regla por el Padre Esteban de Olot, a quien llamaba in- variablemente «nuestro Fundador », insinúa la idea de que «su sucesora sea una de las primeras que entraron en el Instituto, y que haya conocido al Padre Esteban ». Bien sabía ella lo que puede en pro de la observancia regular la tradición conservada en las “primeras impresiones y fervores con el recuerdo del Fundador para entender bien el espíritu de las leyes. A este propósito no podemos resistirnos a narrar aquí un hecho genial de la Madre Joaquina, que demuestra lo 9

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz