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A VELAS DESPLEGADAS 123 brazos se me alargan a grandes distancias y el corazón se me ensancha prodigiosamente para recibir, abrazar y guardar en él las jóvenes que llegan y llegarán en abun- dancia a nuestro Instituto ». Tenía realmente un corazón de madre, y de madre muy bien probada en la vida y en el amor. ara con las niñas que acudían a sus colegios, muy luego florecientes, sentíase también como madre, y quería que las pequeñitas estuvieran con las Hermanas como en su casa. «Nos exhortaba a que, cuando estuviésemos en la clase, mirásemos a las niñas como carbones apagados, y que nos figurásemos oír a Jesús diciéndonos: « Mira ese carbón : enciéndelo en mi amor, si quieres darle gloria: esa niña te la encomiendo para mi gloria ». Nos decía también : «No permitáis que ninguna niña salga del cole- gio enfadada, sino que, si hubiese habido motivo de dis- gusto, antes de la salida la habéis de tranquilizar y con- vencer de que la estimáis mucho : regaladle alguna cosita, para que la niña vuelva contenta al colegio. Con las que son muy tercas y de mal gobernar, no os irritéis demasiado, pues lo echaríais todo a perder ; antes portaos con dulzura para ganarles el corazón, y, a veces, haced como que no las veis; si lográis así ganarles el corazón, les haréis mucho bien. Pero todo esto, no por complaceros a vosotras mismas, sino por el bien de las niñas y por dar gloria al buen Jesús». ¡Ojalá pudiéramos continuar entresacando de las notas de la novicia cuanto la Sierva de Dios hacía para la formación de sus hijas y para prepararlas a la vida de acción que les esperaba a la salida del Noviciado! Por lo poco que hemos apuntado podrá el lector darse cuenta de la admi- rable prudencia de la Madre Joaquina como educadora, AAA
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