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A VELAS DESPLEGADAS 121 y el banquete con que quiso celebrar su vuelta ». Así aprovechaba la diligente Madre hasta los ratos de expan- sión, identificando la vida misma de sus novicias con las doctrinas y las ideas que habían de enseñar a los otros con la palabra, el ejemplo y el sacrificio personal. Sobre todo quería inocular en ellas un amor intenso, profundo, ardiente a Jesús Crucificado y a su Santísima Madre ado- lorida al pie de la Cruz. « Llegaba el domingo de Ramos, dice la Novicia de los apuntes, y la santa Madre nos decía: « Hemos llegado, hijas mías, a la Semana Santa. ¿ Sabéis qué quiere decir Semana Santa ?... Yo os lo explicaré: es tiempo de mucha contemplación y de grandes sacri- ficios por nuestro Buen Jesús. ¡Qué tristes recuerdos los de estos santos días !... Yo os doy licencia, hijas mías, para que os pongáis tristes y para llorar; para llorar por Jesucristo, y junto a la Divina Madre que llora como nos- otras por Jesús ». «En toda esta semana, notábase en el rostro de nuestra Madre Fundadora una palidez como de muerte ; sus ojos estaban ensangrentados, señal inequí- voca de sus ardientes lágrimas, y de las horribles peniten- cias y maceraciones a que sujetaba su inocente cuerpo. Un día, mientras la comida, se leía la Pasión : casi todas nos sentíamos de tal manera impresionadas con la lectura, que no acertábamos a llevar la comida a la boca y derra- mábamos a hilo las lágrimas. La santa Madre tuvo por fin que hacer parar la lectura : tanto era lo que había con- seguido de sus hijas la espiritual Maestra. Pero, en cuanto se cantaban el Sábado Santo los Aleluyas, la Madre se transformaba de nuevo : salía por los claustros con una campanilla en cada mano agitándolas rápidamente, y nos daba licencia para meter todo el ruido que pudiéramos,

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