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A VELAS DESPLEGADAS 117 Paula Delpuig, y en Barcelona, la Madre Veneranda Font. Tenemos sobre esto un testimonio brillante que no de- -bemos dejar sin transcribir aquí, siquiera sea en parte. El General Espartero había bombardeado la ciudad Condal el 3 de diciembre de 1842. Las escenas de confusión y de dolor que sucedieron entonces no son para descritas ; pero en lo que se refiere a nuestro propósito, se destaca entre ellas como figura valerosa y providencial la Madre Ve- neranda, que tuvo alma y valentía para conservar la se- renidad en los más críticos momentos, y aun para comu- nicarla a todos. Lejos de ponerse en salvo con los que huían despavoridos, ella, con las Hermanas de la Casa de Caridad, fué el consuelo de los que se quedaban y resistían y caían heridos. Así se desprende del valioso documento firmado por el Presidente de la Junta de Barcelona, el Barón de Maldá, en 13 de diciembre de 1843, que dice así: « Dig- namente ejerce usted el cargo en esa Casa de Caridad. Su Instituto puede envanecerse de contar a usted y a sus Hermanas en su seno. La Junta sabe que usted y sus compañeras han sido constantes en el servicio de los pobres en los pasados días de trastorno ; y que en las horas fatales del bombardeo no tuvo usted otra idea que la de recorrer constantemente la Casa, dando las más acertadas disposi- ciones con un celo y diligencia muy superiores a su sexo ». Sigue después el Presidente en otras elevadas considera- ciones y concluye pidiendo al cielo «que recompense a las Madres, ya que la Junta no sabría qué darles digno de su heroísmo ». La Madre Paula, al frente de la Casa de Caridad en Vich, había merecido un testimonio análogo de la Junta Municipal, aplaudiendo su labor en la educa- ción de las niñas y en el cariño maternal con los desam-
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