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A TA is MS Ñ ' Í eL m0! i | EIENTSTIZ 114 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS que pedían ser admitidas en el Instituto, esperando su regreso. «No recibas las que son sirvientas, no nos con- vienen ; que no lleguen las que admitas a los veinte años, o que no pasen mucho ; que sepan leer bien el latín y hacer obras de mano y todas las labores de su sexo; ya puedes despedir a muchas ; tenemos que acomodar bien las ad- mitidas, después de mirar mucho las que tenemos ». In- clúyele también cartas cerradas para sus dos hijas de Pedralbes, permitiéndose un desahogo, por donde podemos. conjeturar lo que sufría : «tengo, dice, el corazón partido y hecho pedazos por muchas partes ». Muchas y muy crueles heridas estaba efectivamente recibiendo, mientras preparaba su regreso a la patria. Una de las más dolorosas era, sin duda, la internación en Francia de su hijo don José Joaquín, obligado a establecerse en Bourg-en-Brése, sin esperanzas de verlo restituído a su hogar. Mientras tanto en Vich, desde el 5 de febrero de 1824, se hacía riza del patrimonio del Escorial, por ejecuciones judiciales urdidas tenazmente por sus parientes. Cuando se piensa que la Madre demoraba el regreso, a pesar de los vivos anhelos de reunirse con sus hijas es- pirituales, mientras enviaba por delante a otra de las emigradas, se adivina fácilmente la razón que tenía en esa dolorosa tardanza. No podía, no quería hacerse parte en pleitos de herencia; además, su presencia como madre del gran patriota cristiano, perseguido con saña especial por los liberales triunfantes, hubiera más bien empeorado su situación, mientras se desmembraba el solar noble de su difunto esposo y salían sus tierras a pública subasta. ¡ Qué doloroso es, aun para nosotros que lo vemos a tanta distancia, leer el acta notarial que declara «ejecutados a

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