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LA GLORIA DE LA HIJA DEL REY 111 de Jesús, no glorificado, sino crucificado. Las verdaderas cruces, hija mía, no son de madera preciosa y olorosa, sino de madera abyecta y de mal olor. Esta vida es tal, que en ella es forozoso tragar más hiel que miel ». Podríamos seguir estampando aquí frases sobrias, de intenso realismo ascético, de una verdad absoluta, con la que alimentaba la vocación incipiente de las novicias y sostenía el valor sobrenatural de sus hijas, tan dignas de ella. De esas palabras y de tales convicciones podremos deducir cómo sería la Madre Joaquina junto a] lecho de los enfermos y frente a las dificultades de su vida, tales como las hemos visto desarrollarse hasta aquí. Exigía a las que habían de ser sus hijas que estuvieran dispuestas a todo cuanto la obediencia pudiera pedirles. A una que sufría mucho de sueño, le escribía: « hija mía, no duerma : mire que no hay tiempo que perder: hay que trabajar mucho ». Este fervor y actividad sobrenaturales llenan los años del ocaso de su vida, cuando vuelta del destierro reconstituyó su Noviciado y comenzó el Instituto a ex- tenderse por Cataluña. ee 5 DIS
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