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110 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS espiritual como quien sabía lo esencial de los primeros pasos en la senda de la vida religiosa; y cuando eran buenas y dóciles, no reparaba en sacrificio alguno para mantenerlas junto a sí, aunque en sus enfermedades fuera preciso gastar dinero que no tenía, contrayendo deudas, y procu- rándoles todo el alivio que su situación requería. Las cartas, avisos, conversaciones y consejos que se conservan escritos de aquella edad heroica del Instituto, respiran sabiduría, celo ardiente, criterio práctico y des- velos maternales admirables. « Dios me conceda la gracia, decía en carta del 14 de enero de 1846, de que entre todas mis hijas espirituales no reinen sino las virtudes, la caridad, docilidad y humildad verdaderas; que sean siempre mo- vidas por un corazón todo de Jesús ». «Sé humilde, decía a una novicia, obediente y sufrida; porque encontrarás personas que no simpaticen contigo. Sé siempre sencilla como la Madre ; ten un corazón de cristal. Hay que contar siempre con los defectos de las personas con quienes se vive, so pena de no alcanzar virtud ni santidad ». ¿ Quién no ve en estas sencillas exhortaciones el pensamiento profundo de la maestra, la prudencia consumada de la Madre y la dirección eminentemente práctica de quien ha sufrido, ha probado los estados de la vida y pretende edu- car para Dios y para la Iglesia hijas buenas y prácticas? ... Preguntaba, en cierta ocasión, a una que llegaba de afuera: «¿No has encontrado en el camino alguna cruz ?» — No, Madre, le respondió muy tranquila. — Pues no habrás mirado bien ; a veces hasta con pajas caídas al suelo, como al acaso, se forman cruces bien pesadas : y... hay que re- cogerlas. y llevarlas. Nosotras no amamos las cruces si no son de oro o esmaltadas con perlas. Pero... somos esposas

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