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LA GLORIA DE LA HIJA DEL REY 103 hasta el sepulcro. Por eso su estado de oración era casi continuo : invadíala el espíritu divino en cualquiera ocu- pación hasta ponerla en santo arrobamiento; y cuando alguien la sorprendía en momentos tan deliciosos, quedaba avergonzada, como si temiera que aquellas visibles de- mostraciones pudieran arrebatarle el tesoro de luz y de amor que ella guardaba sólo para Dios. Fué siempre enemi- ga de virtudes de escenario : la sobriedad propia de su ca- rácter la llevó constantemente a lo real y práctico aun en sus intimidades con Dios. No faltó a la Madre Joaquina uno de los caracteres ¿0d Com em Lg ind Ús docel / tm yA lumatmA lan Y ad coragunds wr Cora yal ob Jan todo Í lago por st Aidiara prents ue nuts Lao mms Aacion, Y Miner rro ¿mt ul Lo ha enseñado y ATP T Digo da A y Dad caridad pabreqa Capo ¿me La e 7 emebamea z IED Lati o Din. CATA AE Lx» .to JA mts ro TARA) ga ¡mito ese lo mot Yo Autógrafo de la Madre Joaquina de las grandes almas cristianas, la devoción tierna y afec- tuosa al Misterio de la Santísima Trinidad. No es para almas vulgares la intuición de las profundidades de la vida de Dios ; vuelo y vista de águila, como los del grande Agus- tino, son precisos para elevar la mirada y poner la mansión en esas alturas deslumbradoras. Oraba en cierta ocasión la Sierva de Dios: acompañada de su hija Inés, todavía jovencita, cuando ésta empezó a notar que el rostro de su madre palidecía intensamente como si fuera a desfalle- A O A II ICRA NY A Sl a o a Li aa cromada

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