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A o A a SO PAL ARPA 109 VIDA Y OBRA DE LA MADRE JOAQUINA DE VEDRUNA DE MAS cida y abrumada de graves pensamientos, encontró nuestra heroína frío recibimiento en la ciudad: ¡eran tantas... eran extranjeras... eran religiosas !... Partíasele el alma a la buena Madre viendo sufrir a sus hijas, y pensando con lágrimas qué haría para asentar pie firme con su fa- milia espiritual en suelo extraño, recordó que en aquella ciudad vivía la Excelentísima señora Marquesa de Puerto- nuevo, amiga antigua suya en Barcelona. Levantóse sin tardanza y buscóla hasta que la encontró. La cristiana aris- tócrata española recibió gran consuelo con la visita de su santa amiga de la infancia y se consagró desde el mismo momento a socorrer de todos modos a las Carmelitas: acomodólas decentemente en una buena casa, las presentó al Prelado, quien les dió como director espiritual un Padre del Oratorio, español emigrado también, y la dió a conocer entre lo más selecto de la población, donde, a poco andar, las extranjeras fueron queridas y respetadas; la buena Madre era consultada como un alma santa en todos los ne- gocios graves, y la acción de las Carmelitas comenzó luego a dar óptimos frutos. Hasta tal punto llegó el aprecio del Prelado, del Clero, de las niñas y del pueblo por sus que- ridas refugiadas, que, llegada la hora de su vuelta a la pa- tria, fueron lloradas como se llora la pérdida de algo propio que ha creado una necesidad. La Fundadora podía apenas comunicarse por escrito y tardíamente con sus hijas dejadas en España ; pero éstas supieron corresponder admirable- mente a lo que Dios y su Madre esperaban de ellas en las anormales circunstancias que atravesaban : habían reci- bido el valor y el aliento del alma misma de la Madre Joaquina.

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