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a 07 — cual correr una llave, una ligera pisada sobre el aire, y... ¡fuera!, ¡libre!, del cerco de una luminosa tienda, que brilla aun a través de sus paredes, la luz transparentándose por ellas! ¡Oh puro corazón !... ¡tu dulce polvo lirios ha de brotar, y en sus hojuelas «Ave María», escrito ha de leerse, en auríferas letras! Una calle de Strasburgc. Noche. El Principe Enrique paseán- dose solo y envuelto en una capa. PRINCIPE ENRIQUE ¡ Noche tranquila !... de las pisadas el son se ha ido; nadie en la calle; como el cansado bracero ríndese y sobre el yunque la frente abate, así, en la sombra, la ciudad duerme, con un profundo reposo suave. ¡ Y no descanso !, ¡yo solo velo, junto a estos negros pétreos pilares, y errante lloro con mis torturas, con mis afanes! EL PREGONERO DE LOS MUERTOS (sonando una cam- panilla), ¡ Despertáos todos ! ¡los que estáis dormidos! ¡rogad por los nmertos! ¡rogad por los muertos! (64). PRINCIPE ENRIQUE Con qué acento recio y bronco el vigía de la muerte, su pregón lanzando pasa; y los muertos, me parece, que sus tumbas abandonan, y sus formas reapaarecen, So E ma cta AA o a
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