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ón — 58— Y dentro de él, como honorable huésped, yo me voy a sentar, y que me sirva para dar, por un rato, por lo menos, descanso a la fatiga. Se sienta en el confesionario.) Aquí se sienta el cura, y penetrando por entre estas pintadas celosías, llega el rumor sin fin de humano duelo, como véspera brisa. Aquí, su pecho abierto y condolido, con profundos suspiros de agonía, contrición y pasión, mezcla de todo, la desgraciada hija de perdición, tardía va diciendo, al confesarse, su callada cuita, y hasta de su amador revela el nombre... (57). y el sitio aquel, ¡y el día !... Aquí, con un rugido lamentoso, el espantable y bárbaro homicida... de su conciencia magullada rueda la piedra, y se confía en que han de repararse los destrozos que su espada y el fuego causarían; que puede los desmanes cometidos compensar en seguida. ¡ Y yo me maravillo grandemente de cómo un sacerdote se resigna, a escuchar el catálogo de culpas, un día y otro día. ¡ Todavía hay algunos que en cualquiera virtud humana acaso se confían! ¡ Nunca ! ¡Nunca ! Imposible es que yo cuente, ni la parte milésima, de crímenes, horrores y pecados, y de calamidades y desdichas, que se levantan a través de aquellas gargantas que palpitan, si el cementerio del humano pecho sus muertos hacia afuera precipita,

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