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S Un y veo que alcanzar jamás consigo la cumbre, que en la luz siempre de:cansa; no obstante, siempre, siempre que yo miro a mi alcance la presa, de mis manos se me escapa otra vez, y entonces gimo en este desaliento, allá en mis noches... ¡Con tu cuenta y razón, a un tiempo mismo, la lucha y el desmayo habrás dejado, a la vez, tan unidos! (Pausa, ) ¿Príncipe de Hoheneck? ¿Por qué aquí siempre? ¿Por qué siempre siguiéndome los pasos, en la tristeza santa de estas naves; y tú de mis pisadas, que pisando, como una tumba van, la cuenta llevas? Y ¿por qué el mundo para hacer tu agrado sitio y comodidad ha de ofrecerte? Vienes con la esperanza, ¡pero en vano de oír palabras dulces de consuelo !... ¿Qué te puedo decir?: ¡no está en mi ánimo el consejo que buscas de que se haga lo que crees a tu vida necesario! ¡Cuánto mejor sufrir valientemente la tentación, y aunque su empuje es bravo, ser un mártir, al mal inaccesible, que vive y muere, sin cesar luchando! Se ciernen ya las sombras de la tarde; de la ciudad emprenderé el camino, a visitar el lecho de las penas y de la muerte, miembros doloridos, fatigas y tristezas; esos ojos que, a través de sus lágrimas, han visto hundirse el sol, y acaso no han de verle salir de nuevo; al pobrecito mísero de salud corporal, como de estado, enfermos sin consuelo, y afligidos, que de los hombres ni siquiera deben esperar el alivio. (Sale, Entra Lucifer, como un sacerdote.)

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