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— 51 — el seguir humildosa sus pisadas, si ellos me iluminaron ya la senda? URSULA ¡Hija mía!, ¡hija mía!, tú no debes morir... ELS ¿A qué vivir?, pues qué, ¿no llevan las mujeres su vida de trabajo, y de aquí para allí sufriendo penas, llanto en los ojos, quebrantado el pecho, mudos los labios, y en el alma enferma anhelos, que secretos se levantan, y anhelos, que jamás al mundo liena? Y unas más, y otras menos... no hay ninguna, ninguna que feliz llamarse pueda. URSULA ¡ De Eva es la maldición ! (52 ELSA ¡Pues de María la santa bendición para mí sea! GOTTLIEH ¡Ay ! ¡Infeliz de mí! ¡Yo de los hombres el mayor desdichado !... URSULA ¿Y yo viviera... para llorar tu muerte desolada pegada a tu sepulcro?; ¡hora funesta! ELSA Pero no lo has de ver; han de enterrarme bajo unas flores, sí, y en otra tierra. ¡Salerno !... ¡tras el mar !... ¡tras la montaña !... allá, está ya predicho, que yo muera! Y te parecerá rato tan breve, que igual que si al mercado de la aldea fuera, y tardase más que de costumbre... URSULA ¡Ya! ¡Como tú lo dices! ¡Si supieras,

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