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— 41— ELSA Y siempre, siempre pensando, al tiempo que las cogía, quién sería de las flores el dueño que ellas tenían, el que las hizo brotar de la tierra oscura y fría, y muy adentro... en el fondo, le hablaba el alma sencilla: «¡le amo... por él... aun la casa »de mi padre dejaría! »de tan dulce compañero... »para ser jardinerita !» PRINCIPE ENRIQUE ¡ Amada, niña inocente !; ¡cómo en mi mente suscitas leyenda que, siendo niño, escuché a mi madrecita, y reaparece de nuevo, cual si de la frente mía una mano misteriosa se apartase, y un estigma de nacimiento se viese aparecer enseguida ! ELSA Cuando, hacia la media noche, y ya en su lecho la niña, oyó que desde el jardín la llamó una voz dulcísima; y al aljimez asomándose, pudo observar, sorprendida, que un joven hermoso estaba allí entre las florecillas. ¡ Y era Jesús!..., y bajando, la puerta le abrió la niña... Y él la dijo: «¡Tu cariño pensaba en mí, virgencilla !; y del reino de mi Padre

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