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de arcilla, de la muerte, en su cabeza: «¡esta es triste señal de que habéis muerto !: »¡ haced, pues, contrición y penitencia» ! Salió de la capilla, y a desgracia y destierro, con parda vestimenta (38), con capucha y zurrón, y campanilla de sonido que espanta a quien lo overa, para apartarse de él... y caminando doliente, sin cesar !... WALTERIO ¡ Horrible estrella i, ¡arrojado al igual que un contagioso! HUBERTO Entonces, sí, cuando la tumba negra, y panteón familiar se deseliaba, y escudo, espadá, y casco, rotos eran, y se enterraban en común ruina (39), como se acostumbraba dondequiera, al fenecer el último de todos de cualquiera familia principesca, repetía, al bajar la escalinata igual que el reteñir de una trompeta tres veces, un heraldo, en voz doliente: «¡ Hoheneck ! ¡ Hoheneck !» WALTERIO Siempre resuena ¡use fué» «se fué» !, ¡en el fondo de mi alma! ¡Oh !, ¡qué terrible sensación de pérdida, igual que oscura sombra, cerneríase sobre los corazones, si él muriéra ! Su presencia en la tierra nos ha sido cual fuego en el hogar; como cadencia de la alborada, la palabra dulce con que nos supo arrebatar su lengua; y nuestros corazones alentaba, y oyéndole, a la noche, sueños eran los nuestros, luminosos y suaves! Mas quisiera saber dónde se encuentra,
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