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WALTERIO Mas decidme: ¿Ha muerto acaso?, ¿la verdad es esa? HUBERTO No ha muerto, no, si lo queréis; mas digo que en él cayó particular dolencia, con misteriosa y repentina fiebre... Pasaba en la terraza horas enteras, lo mismo que en un sueño, y apoyada en sus manos teniendo la cabeza... y más contento aislado..., parecía un Juan Nepomuceno, hecho de piedra (35), y mudo y fijo, inmoble casi siempre, mirando, desde aquí, la torrentera, y en la redonda Torre noche y noche, con sus libros quemándose las cejas, hasta que una mañana lo encontramos en el suelo tendido, cual si hubiera desmayado, caído de la silla... ¡ya su dulce mirada no era aquella! WALTERIO ¡ Pobre Príncipe ! HUBERTO Creímos se enmendara, y se enmendó: mas luego, cual cornejas en banda, madrugueros sacerdotes, con pastorales báculos se llegan; ¡lo llevaron al fin!... ¡y eso fué todo! WALTERIO ¿Y cómo terminó? HUBERTO Que allí le hicieran, en San Roque, posar, cual condenado (36). para siempre a la tumba... allí se queda así sus hocus-pocus, balbuciendo (37). Lo primero, una Misa le dijeran funeral, y tres veces la palada
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