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— 30— acentos de verdad y de esperanza, de juventud, así me han traicionado? ¡ Déjame descansar ¡... ¡descanso solo !; ¡son dorados vapores ondulando, son aguas saltarinas... son paisajes fúlgidos e inestables... encantados! ¡soy como un amador feliz que siente su vida iluminarse en el regazo de un sueño! ¡Oh bravo médico!, ¡qué a punto llenaste tu misiór! (Deja caer la cabeza sobre el libro.) EL, ANGEL (alejándose). ¡ Y qué liviano ese dorado sueño se marchita, sin encontrar tu corazón descanso !... ¡la brasa del dolor... la mordedura... y amargo, amargo, amarguísimo quebranto! Patio del Castillo. Huberto, de pie, a la entrada de la puerta. HUBERTO ¡Qué triste aspecto el del castillo antiguo! ¡allá arriba, asentada la corneja en la torre azotada por el viento, del labrador mirando la cosecha; y, raro el pie que cruza aquestos patios, nace aquí abajo la frondosa hierba; y el pavo real audaz y presuntuoso, baja, saltando el escalón de piedra, como si del castillo fuese el dueño! Yo, viejo senescal de aquesta hacienda, fantasma soy en el salón festivo; mas ¡ay! los convidados de otras épocas ya no cruzan la puerta hospitalaria; ya no brillan los ojos que amor eran, ni las mejillas rojas, más que el vino, ni cantares, ni risas bullangueras,